En un contexto global marcado por tensiones comerciales, conflictos regionales y cambios en la política monetaria, el oro se refresca como activo refugio. Tras meses de volatilidad, el metal amarillo ha demostrado su capacidad histórica para proteger el patrimonio y ofrecer estabilidad en momentos de crisis.
Durante los primeros meses de 2025, el precio del oro alcanzó cifras históricas, superando los 3.300 dólares por onza. A finales de junio, se ubicó en torno a los 3.315,97 dólares, con registros que han oscilado entre 3.345 y 3.468 dólares según distintas fuentes.
El precio histórico máximo de abril, al situarse en 3.499,88 dólares, refuerza la idea de un resurgimiento del oro como refugio. En euros, el crecimiento fue del 11,77% en seis meses, pasando del rango de 2.499,91 a 3.037 euros por onza.
Los pronósticos para el cierre de 2025 apuntan a un escenario alcista. Los grandes bancos y firmas globales esperan cifras que podrían superar ampliamente los 4.000 dólares por onza.
Algunas estimaciones más conservadoras apuntan a un soporte técnico en el rango de 2.800-3.000 dólares por onza, especialmente si se materializan sorpresas en las decisiones de la Reserva Federal o si la inflación revierte temporalmente.
En un análisis de rendimiento interanual, el oro supera ampliamente a índices bursátiles, bonos soberanos y divisas de reserva. Mientras el S&P 500 ha mostrado correcciones de hasta un 5% en tramos recientes, el oro ha ofrecido una rentabilidad positiva y constancia en su trayectoria alcista.
Los bonos de largo plazo han sufrido bajo rendimiento ante la subida de rentabilidades y la incertidumbre sobre la política fiscal de varios gobiernos, incrementando la atracción hacia el metal dorado.
Para el ahorrista o inversor minorista, el oro representa una cobertura frente a la volatilidad de mercados y una garantía de valor a largo plazo. Sin embargo, es esencial vigilar posibles correcciones tácticas en plazos cortos, especialmente si se publican datos de inflación inesperados o si cambian drásticamente las políticas de tipos de interés.
Se recomienda diversificar la exposición, combinando oro físico con ETFs y fondos especializados, para aprovechar las fluctuaciones del mercado sin asumir riesgos excesivos de custodia o liquidez.
Aunque el escenario general favorece al oro, existen factores de riesgo:
A mediano y largo plazo, el oro podría consolidarse por encima de los 4.000 dólares si persisten las dinámicas de inseguridad global y la lenta recuperación económica tras la pandemia. Para el periodo 2026-2030, los analistas no descartan un máximo cercano a los 4.600 dólares por onza, especialmente si la economía mundial sufre nuevos episodios de tensión comercial o política.
En el siguiente cuadro se resumen las cifras clave de evolución y proyección:
En un entorno de fragilidad económica y tensiones internacionales, el oro reafirma su estatus como reservas de valor y activo estratégico de cobertura. Tanto inversores institucionales como particulares encuentran en el metal amarillo una alternativa sólida para diversificar sus carteras y proteger su capital.
A medida que avanzamos hacia la segunda mitad de 2025 y más allá, la atención estará puesta en los datos macroeconómicos, las decisiones de política monetaria y el desarrollo de conflictos geopolíticos. Estas variables definirán si el oro alcanza nuevos máximos históricos o si experimenta ajustes en su precio.
Lo cierto es que, en medio de la incertidumbre, el oro recupera protagonismo ante la incertidumbre geopolítica, recordándonos su importancia milenaria como fuente de seguridad y estabilidad financiera.
Referencias