Las Ofertas Públicas de Adquisición, mejor conocidas como OPAs, suelen detonar olas de incertidumbre en los inversores y provocar movimientos espectaculares en los precios de las compañías objetivo. Comprender sus efectos y riesgos es esencial para aprovechar oportunidades y proteger el capital.
Una OPA es una proposición formal de compra de acciones que una empresa realiza sobre otra, persiguiendo el control o una participación sustancial. Estas operaciones pueden impulsar bruscos cambios en las cotizaciones y atraer la atención de analistas, medios y competidores.
Por lo general, una OPA atraviesa las siguientes fases: anuncio inicial, estudio de la oferta por parte de la empresa objetivo, posible contraoferta de terceros, aprobación de organismos reguladores y, finalmente, cierre o rechazo de la operación.
Durante cada etapa, los inversores reevaluarán sus posiciones, lo que puede traducirse en picos de volatilidad y volumen negociado. Es habitual que tras el anuncio inicial se intensifique la actividad bursátil antes de que se aclaren las negociaciones.
Cuando un comprador revela su intención de adquirir acciones, el mercado reacciona de inmediato. Una subida brusca en el precio refleja la proximidad del precio ofertado y la demanda creciente de aquellos que esperan beneficiarse de la prima.
Este salto puede variar de un 20% a un 40% en cuestión de días, según la magnitud de la prima y la liquidez previa de la acción. Además, las cotizaciones pueden experimentar caídas temporales si existe temor a contratiempos regulatorios o rechazo por parte de los accionistas.
Los principales detonantes de la alta volatilidad en estos escenarios se relacionan con la incertidumbre sobre la aceptación de la oferta y el desarrollo de posibles contraofertas. A esto se suman las estrategias de arbitraje y la revisión constante del riesgo regulatorio.
Durante una OPA, algunos traders aprovechan precios bajos para posicionarse antes de un posible cierre exitoso. Otros adoptan posiciones bajistas anticipando obstáculos que frenen la operación.
En este escenario, los arbitrajistas financieros especializados en OPAs compran acciones y utilizan derivados para cubrirse ante giros inesperados. Sin embargo, si la oferta fracasa, las caídas pueden ser drásticas y repentinas.
Las OPAs contienen potenciales ganancias en plazos cortos, pero también riesgos elevados. Para capitalizar en estas situaciones, resulta fundamental contar con un plan claro y gestionar el riesgo de manera rigurosa.
Se sugiere diversificar la cartera, establecer órdenes de stop loss y monitorear de cerca las noticias regulatorias y corporativas. Asimismo, comparar el histórico de volatilidad de acciones en eventos anteriores ayuda a calibrar expectativas realistas.
En la historia reciente del Ibex, la OPA sobre Endesa mostró una prima del 25%, provocando un alza del 30% en su cotización en solo cuatro días. De manera similar, en mercados internacionales, la referencia VIX suele superar niveles de 301 cuando la tensión alcanza máximos.
Estos ejemplos demuestran que no solo el tamaño de la empresa influye en la magnitud de la reacción, sino también la claridad de la oferta y la salud del entorno regulatorio.
Dominar los mecanismos que impulsan la volatilidad en las OPAs y saber medir la desviación estándar del retorno son pasos indispensables para cualquier inversor. Estos eventos pueden convertirse en verdaderas pasarelas de rentabilidad si se abordan con conocimiento y disciplina.
La clave está en vigilar señales tempranas, aplicar tácticas de cobertura adecuadas y no dejarse llevar por la euforia. Con una estrategia bien definida y herramientas de gestión de riesgo, es posible convertir momentos de alta incertidumbre en oportunidades de valor sostenible para el portafolio.
Referencias