En 2025, la deuda promedio por tarjeta de crédito supera los $6,000 dólares por hogar en Estados Unidos, un reflejo de la dependencia creciente de los consumidores en el crédito para cubrir gastos diarios y emergencias. Con un 80 % de los adultos estadounidenses usando al menos una tarjeta, el panorama financiero revela tanto oportunidades como riesgos latentes.
Si bien las tarjetas de crédito ofrecen flexibilidad para financiar compras, el exceso de plásticos inactivos puede convertirse en una trampa. Este artículo explora por qué no conviene acumular tarjetas que no se usan, cómo afectan tu salud financiera y qué estrategias seguir para mantener un perfil crediticio sólido.
Disponer de un gran número de líneas de crédito sin utilizarlas genera múltiples riesgos. Primero, endeudamiento excesivo; contar con un límite disponible elevado incentiva gastos innecesarios y la sensación de solvencia instantánea. Segundo, las instituciones suelen cobrar pago de cuotas anuales o comisiones por inactividad, lo que erosiona tus finanzas sin que te des cuenta.
Además, al mantener plásticos sin uso, puedes perder beneficios asociados como puntos de recompensa o seguros de viaje. Muchas tarjetas requieren transacciones periódicas para conservar sus ventajas, y desaprovechar estos beneficios representa un despilfarro de oportunidades.
El puntaje crediticio se construye sobre la antigüedad de tus cuentas, la puntualidad de pagos y el índice de utilización de crédito. Cerrar una tarjeta puede reducir la edad promedio de tus cuentas, lo que a su vez puede bajar tu puntaje, especialmente si esa cuenta es una de las más antiguas con buen historial.
Sin embargo, en situaciones donde las comisiones anuales son elevadas o los beneficios han desaparecido, cancelar la tarjeta podría resultar más rentable que mantenerla abierta sin uso. La decisión debe ponderar edad promedio del historial crediticio versus los costos de sustentar una línea de crédito sin rendimiento.
Para minimizar el impacto, conviene pagar saldos pendientes y redistribuir el uso entre otras cuentas activas antes de cerrar una tarjeta. Así, evitas que tu porcentaje de utilización se dispare y castigue tu calificación.
No existe un número mágico, pero la clave está en equilibrar acceso al crédito y control. Mantener entre dos y cuatro tarjetas suele ser suficiente para diversificar las opciones de pago, aprovechar distintos beneficios y evitar la tentación de múltiples líneas sin uso.
Más allá de la cantidad, revisa cada seis meses las condiciones y ajusta tu cartera de plásticos. Si una tarjeta ya no ofrece valor, considera su cancelación estratégica.
La gestión responsable de tus tarjetas combina disciplina, planificación y revisión constante. Adoptar hábitos saludables evita que el crédito se convierta en un lastre y te acerca a la tranquilidad financiera.
Al implementar estas recomendaciones, construirás un historial crediticio sólido y reducirás el estrés financiero que conlleva el desorden de varias tarjetas.
En resumen, no acumules tarjetas que no utilizas. Evalúa periódicamente los costos y beneficios, cierra las cuentas que no generan valor y mantén tu perfil crediticio en equilibrio. Con un enfoque proactivo y organizado, tu salud financiera mejorará y ganarás la libertad para invertir en tus metas sin cargas innecesarias.
Referencias