La persistencia de la inflación en 2025 está llevando a los inversores a reconsiderar sus estrategias y a optar por la precaución.
En 2025, la inflación sigue siendo un factor central en la toma de decisiones de inversionistas y bancos centrales.
En México, la inflación general continuó en el primer trimestre, con Banxico proyectando un 3.75% anual y un crecimiento del PIB moderado.
En Estados Unidos, aunque hay señales de normalización avanzada de la inflación, las expectativas a mediano plazo han experimentado un repunte reciente.
La geopolítica, con tensiones comerciales y cambios arancelarios, añade niveles adicionales de incertidumbre al panorama global.
La alta inflación erosiona el poder adquisitivo y reduce la rentabilidad real de los activos de riesgo.
El daño sobre las expectativas y la confianza puede ser más prolongado de lo esperado, retrasando la recuperación en sectores clave.
El desgaste en la confianza se refleja en índices de sentimiento económico que han caído a niveles mínimos, afectando inversión y consumo.
Incluso tras datos positivos, como un IPC mensual de 0,2%, la cautela persiste si la confianza no se recupera.
Durante 2025, los mercados han mostrado episodios de alta volatilidad seguidos de repuntes temporales del apetito por riesgo.
El S&P 500 llegó a subir un 14% tras señales de control inflacionario y políticas de estímulo dirigidas al mercado interno.
El índice VIX, indicador de volatilidad, cayó más de 13 puntos en mayo, sugiriendo una reducción momentánea del temor.
Los flujos hacia ETFs de riesgo han mostrado resiliencia, aunque la normalización de tasas no se consolida por completo.
En mercados emergentes, las valuaciones de acciones y bonos reflejan la tensión entre la búsqueda de rendimiento y la aversión al riesgo.
El tipo de cambio USD/MXN podría cerrar el año cerca de $21,00, con Banxico manteniendo una tasa de referencia del 7,50%.
La inflación elevada incrementa la prima de riesgo exigida por los inversionistas, encareciendo el financiamiento para empresas vulnerables.
Se observa un desplazamiento de capitales hacia activos refugio como bonos gubernamentales, oro y monedas fuertes.
Algunas compañías logran trasladar el aumento de costos a los precios finales, especialmente en sectores de consumo básico y energía.
La Reserva Federal y Banxico han mantenido políticas restrictivas en espera de un proceso desinflacionario más sólido.
Estas medidas han limitado el acceso a financiamiento barato, moderando el repunte del apetito por riesgo.
Analistas de instituciones como State Street Global Advisors anticipan que la incertidumbre continuará influyendo en la inversión empresarial.
Los mercados emergentes, como México, son más sensibles a movimientos de capitales y al costo de financiamiento externo.
En economías avanzadas, el mayor grado de confianza institucional y profundidad de los mercados ofrece cierto margen de maniobra.
La dolarización de pasivos y la dependencia de tasas externas pueden amplificar las presiones sobre los países en desarrollo.
Aunque la inflación muestra señales de moderación, la recuperación plena del apetito por riesgo dependerá de la confianza macroeconómica.
Proyecciones de organismos internacionales sugieren un crecimiento global modesto y volatilidad persistente en los precios de activos.
Los pronósticos para 2026 apuntan a una moderación gradual de la inflación, siempre que no haya choques externos significativos.
La coordinación internacional, a través de organismos multilaterales, jugará un rol esencial en la estabilización global.
La historia demuestra que episodios como los de las décadas de 1970 y 1980 pueden brindar lecciones sobre estrategias de ajuste.
Para las empresas y las pymes, la clave estará en mejorar la eficiencia operativa y en diversificar fuentes de financiamiento.
Construir barreras de protección, como coberturas de inflación y opciones de renta variable, puede ayudar a preservar el capital.
En contextos de alta inflación, el apetito por riesgo tiende a debilitarse de forma sostenida y a generar retos para la inversión.
Los inversores pueden beneficiarse de adoptar un enfoque conservador y diversificado, combinando activos refugio con oportunidades selectivas.
Es fundamental monitorear indicadores de confianza y expectativas inflacionarias para ajustar las carteras con agilidad.
La recuperación del apetito por riesgo requerirá un entorno de estabilidad macroeconómica duradera y de claridad en la dirección de las políticas públicas.
Con un análisis riguroso y una visión estratégica a largo plazo, es posible navegar con éxito en escenarios de alta inflación.
Referencias