En tiempos de recesión y alta inflación, las compañías dedicadas a productos de uso cotidiano mantienen un desempeño sorprendente. Desde alimentos básicos hasta artículos de higiene, este sector demuestra demanda estable en tiempos de crisis y ofrece un refugio relativo frente a la incertidumbre macroeconómica.
Este análisis profundiza en las causas estructurales de esa solidez, examina datos recientes en América Latina y revela las estrategias clave que permiten a estas empresas no solo sobrevivir, sino también adaptarse y crecer en momentos adversos.
Las empresas de consumo masivo comercializan bienes considerados imprescindibles: alimentos, bebidas, productos de higiene y limpieza. A diferencia de sectores de lujo o tecnológicos, su oferta satisface necesidades básicas, lo que se traduce en baja dependencia de los ciclos económicos y en una demanda menos volátil.
Esta combinación de factores convierte al sector en un pilar de resiliencia cuando la confianza del consumidor se resiente y la inversión disminuye.
En la región, la inflación en alimentos y bebidas pasó de 3,8 % en 2020 a 15,7 % en 2022, impulsando ajustes constantes de precio y empaque. Las empresas debieron equilibrar el alza de costos sin sacrificar volumen ni participación de mercado.
En Argentina, las ventas de consumo masivo cayeron un 7,3 % en 2019 durante una recesión profunda. Sin embargo, en 2022 y 2023 registraron incrementos del 1,9 % y 2,4 % respectivamente, beneficiadas por políticas de transferencias y compras anticipadas ante elecciones y variaciones cambiarias.
La pandemia de COVID-19 puso a prueba este dinamismo. Aunque 1 de cada 5 empresas sufrió caídas mayores al 10 % en ventas y un 30 % reportó descensos de hasta 30 %, el sector respondió activando programas de contención, priorizando producción de categorías críticas y acelerando la innovación para asegurar el abastecimiento.
Las compañías de consumo masivo han desarrollado mecanismos que les permiten reaccionar con agilidad cuando el entorno se complica. Estas prácticas defensivas y ofensivas han sido clave para conservar cuota de mercado y mantener márgenes.
Estas soluciones combinan una visión defensiva—protección de la base instalada—con tácticas ofensivas orientadas a captar nuevos segmentos adaptados a presupuestos reducidos.
Para ilustrar la diferencia, el siguiente cuadro compara características clave de empresas de consumo masivo frente a sectores no esenciales:
El cuadro confirma que, cuando el consumo discrecional se retrae, las empresas de bienes esenciales experimentan menos oscilaciones y pueden planificar con mayor certeza.
Aunque la demanda de productos esenciales es más estable, no está exenta de desafíos. Crisis prolongadas o hiperinflacionarias pueden reducir incluso el consumo básico, como se proyecta en una caída del 10 % para Argentina en 2024.
Además, corte de cadenas de suministro, restricciones de movilidad y cambios drásticos en hábitos de compra pueden forzar sustituciones entre marcas o recortes de gasto en productos que antes se consideraban indispensables.
Las empresas que identifiquen tendencias emergentes y apuesten por la innovación tendrán mayores posibilidades de expansión y consolidación.
En conclusión, el sector de consumo masivo posee una resiliencia estructural frente a la adversidad que se refleja en su capacidad de adaptación rápida, en la estabilidad de su base de clientes y en la naturaleza esencial de sus productos. Si bien enfrenta riesgos asociados a crisis prolongadas y a variaciones extremas de precios, sus estrategias de gestión ágil e inversiones en innovación lo posicionan como un baluarte de estabilidad económica. Para los emprendedores y directivos del sector, la lección es clara: la combinación de agilidad operativa, oferta esencial y visión de largo plazo resulta fundamental para sortear los momentos más críticos y salir fortalecidos.
Referencias