En 2025, los inversores globales enfrentan un escenario distinto al de años anteriores. La expansión económica muestra signos de desaceleración, y las entidades monetarias alrededor del mundo están ajustando su rumbo con cautela. En este contexto, la curva de rendimientos vuelve a cobrar protagonismo como termómetro de las expectativas de política.
Este artículo explora cómo la forma de la curva de rendimientos anticipa movimientos en las tasas de interés, las implicaciones para los mercados y las estrategias prácticas para construir portafolios sólidos.
El crecimiento mundial se ha revisado a la baja, especialmente en Estados Unidos, donde las previsiones han sufrido ajustes tras datos menos favorables de consumo e inversión. Mientras tanto, el Banco de México dio un paso hacia la flexibilización, recortando su tasa interbancaria en 50 puntos base hasta 8.5% en mayo de 2025.
En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) se muestra dispuesto a aplicar recortes más rápidos ante indicadores débiles de actividad. Sin embargo, la Reserva Federal (Fed) de EE. UU. mantiene una postura más cauta y ha pausado nuevas reducciones tras la primera ronda de recortes.
La curva de rendimientos representa los tipos que exige el mercado para prestar a diferentes plazos. Cuando la curva se empina, tradicionalmente señala confianza en una recuperación y en un repunte inflacionario futuro. Sin embargo, en 2025 ese empinamiento responde en buena medida a un alza de primas por plazo, no solo a expectativas de crecimiento.
En EE. UU., el rendimiento a 10 años promedia 4.4% y el de 30 años ha subido ante la preocupación por sostenibilidad fiscal y primas de riesgo más elevadas. Estos movimientos revelan un mercado que exige compensaciones mayores por incertidumbre y riesgos políticos.
Existen tres vectores fundamentales detrás de la curva de rendimientos en este ciclo:
El balance general sigue favoreciendo a los bonos en términos de retorno ajustado por riesgo. Se proyecta un rendimiento anualizado entre 4.3% y 5.3% en la próxima década para emisiones de EE. UU. y globales con cobertura.
Ante este escenario, las decisiones de asignación deben basarse en una comprensión profunda de cómo las curvas anticipan cambios monetarios:
La diversificación entre plazos y emisores es clave: combinar vencimientos cortos para aprovechar recortes anticipados y plazos largos para capturar primas por riesgo.
Además, es fundamental considerar la calidad crediticia y mantener un colchón de liquidez que permita reaccionar ante posibles shocks exógenos.
El próximo ciclo dependerá tanto de las lecturas de los indicadores de inflación como de la evolución de tensiones geopolíticas y comerciales. Una nueva “huida a la seguridad” podría provocar caídas en las curvas y presionar al alza los precios de los bonos.
Sin embargo, en un mundo con potenciales shocks exógenos como tensión geopolítica, los inversores que comprendan la relación entre curvas y políticas monetarias estarán mejor preparados para anticipar cambios y proteger su capital.
Este análisis demuestra que la curva de rendimientos no es solo un gráfico más, sino una brújula para navegar escenarios monetarios. Observar su forma con rigor y combinarlo con un enfoque diversificado será la clave para afrontar los retos y aprovechar las oportunidades en 2025.
Referencias